lunes, 26 de octubre de 2009

Terror de lo nuevo y de incertidumbre y de ver más y más espacio en blanco que se convierte en vorágine de porvenir incierto, engrudo gomoso que no se despega, más lo querés sacar, más se desparrama, pero no en la mano sino en el tiempo, que es peor. Porque todo sigue pasando; los minutos, las horas, días, semanas, meses... La situación sin cambiar ni por atisbo. Si cambian mis nervios y tengo mucha, muchísima ansiedad, y a cada día a mis ilusiones las amenazan con sentencia de demolición. ¿Dónde está la paz, la tranquilidad?¿En qué parte erré el camino y todo empezó a ir más o menos, menos, menos que menos, mal, y así hasta llegar a una constante de peores, peor que peor que peor que... ? Bueno, se entiende el puto punto.

Tenía en su momento poco pero seguro, tan poco que casi miseria, o bien miseria propiamente dicho. ¿Acaso estaba mal tener un poco de ambición e ir por un poco más? SI, hablo de un trabajo donde se gana poco dinero, esa mierda que nos clasifica a todos por más que no lo consideremos importante o directamente deleznable (yo mismo soy uno de esos, no quiero contar millones de a miles o cientos, odio el dinero porque es lo que en el mundo dice quienes van a satisfacer sus necesidades básicas primero y luego las superfluas que se inventan a cada momento; algunos lo tendrán todo y de sobra, otros no tienen nada). Tal vez sea eso, que odio tanto el dinero que por despecho se me aleja cada vez más.

No me gusta pensar que por esa ambición de estar mejor cometí el error de dejar lo seguro, el "algo es algo" y eso. No, con ese pensamiento estaría en el mismo lugar condenando mi humanidad a la muerte en vida que significa un trabajo para nada gratificante sin mencionar la degradación constante a la se está sometido en esos lugares en los que perdés tu identidad a cambio de un número de legajo, sueldo por hora y unas planillas de desempeño que buscando el pelo al huevo, dan valores bajos por algo nuevo o algún tecnicismo que recordaron. Sos eso, nada más. No necesitan que pienses, que innoves, que quieras cambiar las cosas, que tengas una visión del mundo más allá de tu cajita. Eso, dejalo en la puerta, que de pensar se encargan ellos, verdaderos craneotecas neanderthales de los negocios.

Dejé pasar demasiado tiempo, lo admito, pero sin embargo logré convencerme de alguna manera que era momento de cambiar y no sólo eso, sino de animarme a hacerlo de una buena vez por todas dejar de ser parte de ese sistema de mierda en el que se sigue siendo esclavo moderno, disfrazado de una libertad que sólo es aparente; una jaula más grande. Creo que no exagero si digo que el empleado moderno es un esclavo, si no se lo remunera apropiadamente, si no hay lugar a escuchar su opinión, no se valora su esfuerzo ni iniciativa. Eso. El empleado es el esclavo moderno. No desconozco las luchas de los trabajadores a lo largo de tantos años, pero ¿de qué sirven esas conquistas si el poder inmediato encuentra las formas de tocercelas? Pensá hasta dónde sos libre de elegir y hacer en tú trabajo... Bueno, eso es la libertad, hasta donde encontrás un límite. El resto es mentira. MENTIRA.Sos libre de hacer lo que a tu empleador le conviene.

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